EL PERFUME DEL CARNICERO; DESENLACE
III.
Tres años después de asesinar y quedar impune de todos sus cargos, el
carnicero vive sólo aislado sin nadie que se acerque a él, ni siquiera le dan los buenos días por la mañana. Su familia le ha dado de lado, pues aunque son como
él saben del rechazo que su persona causa a la sociedad y prefieren alejarse
para evitar que su mierda les salpique.
El joven párroco que le confesaba, se miró a sí mismo un día en el espejo
y dejó de reconocerse, desafortunadamente para él, ya era tarde, vio la ponzoña del carnicero restregada en su
persona, entendió que no era digno de Dios, o esa iglesia con esas leyes no
eran dignas de Jesucristo. Por lo que un día colgó los hábitos y se marchó muy
lejos buscando su propia penitencia y perdón; a fe que lo consiguió, pues se hizo amigo de
los pobres, ayudó en aquellos sitios donde más le necesitaban, donde el único
favor que le pedían y que para él era un honor conceder era una sonrisa. Donde
el don de compartir lo era todo y donde los aires de grandeza, el odio, el
desprecio y el arribismo sólo existían ya, en sus pesadillas.
El alcalde lo perdió todo, perdió el cargo como consecuencia de las
artimañas del carnicero, pero eso no fue lo más humillante, lo peor fue enfrentarse
al mundo que un día le había apoyado y confiado en él, ahora con la cabeza
agachada, nunca más levantó la vista del suelo, jamás se pudo permitir desde
entonces mirar nadie por encima del hombro y esto en consecuencia salpicó
también a su familia que vieron hundirse su negocios y sus vidas como
consecuencia de todo el mal que había hecho el regidor con ayuda del carnicero
y en consecuencia también su familia le dio de lado.
Su víctima que al principio sufrió su ira más cruel se vio recompensada al
igual que todas aquellas que estuvieron a su lado, sólo aquel anciano que
intentó defenderla quedó perjudicado; pues el carnicero le asesinó en su casa sin
dejar rastro de ello, pero se ocupó de jactarse después amenazando a todos con
su crimen.
Ellas se alejaron y aunque al principio les resultó traumático, con el
tiempo no fue sino un regalo, se marcharon lejos y allí empezaron a crecer, su
trabajo, su buen hacer y su personalidad acabo obteniendo el resultado
esperado. Ahora cada una de ellas vive feliz en un punto del mundo alejado del
carnicero.
─Si algo me ha enseñado la vida ─dijo el párroco que ya no era ministro de
aquella iglesia─, es que el mal nunca triunfa y el bien siempre obtiene su
recompensa.
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